No tengo nada en contra de los cuñados, de hecho, soy uno, pero no se me ocurre mejor apelativo-chascarrillo para describir la injusticia populista a la que se someten las cooperativas de viviendas por el mero hecho de que muchos se sienten obligados a opinar de casi todo, aunque no sepan nada sobre el tema.
La realidad es muy tozuda y las cifras no mienten. Teniendo en cuenta que en 2019 se firmaron en nuestro país en torno a 415.000 operaciones de compraventa -de las que el 19% fue de obra nueva y el porcentaje de ellas en cooperativa superó el 20%- si las cooperativas fueran un agujero negro habría más de 17.000 demandas presentadas en los juzgados de cooperativistas engañados. ¡No darían abasto! Nada más lejos de la realidad – lo siento “cuñaos”, no tenéis razón.
Hablando de vivienda, el de las cooperativas es un sector en el que se han inflado las leyendas urbanas. Es cierto que en el pasado hubo un buen número de proyectos cooperativos que no llegaron a buen puerto – anecdótico comparado con quiebras de promotoras- pero, gracias a estos casos, en los últimos años el sector cooperativo ha alcanzado un nivel de profesionalización total y la legislación es hoy tan protectora con el adquiriente (cooperativista) que perder el dinero es casi imposible.
Pero todavía circulan algunas leyendas urbanas tan injustas como inveraces. Que si el primo de un amigo, que si los vecinos de un tío me han dicho, me han contado, mira lo que les pasó. ¿Se puede ser más embaucador e insensato? Hablar desde el desconocimiento o, lo que en ocasiones es lo mismo, desde el conocimiento no contrastado, puede dar al traste con las soluciones que realmente supondrían una mejora en la vida de personas. Incauto el que habla, pero también el que escucha y le otorga veracidad a sus palabras.
La verdad es que las cooperativas de viviendas han permitido a muchas familias acceder a una vivienda de calidad desde principios del siglo pasado. Las primeras sociedades cooperativas se constituyeron en nuestro país en el año 1911 y su función social está reconocida en nuestra propia Constitución. Por no hablar de la ley estatal y las distintas normativas autonómicas que regulan las cooperativas, si bien, desde hace años, el sector está reclamando que se desarrolle una ley estatal sólo de cooperativas de viviendas.
Tampoco hay que olvidar que las cooperativas de viviendas son las que han sobrevivido siempre a las peores crisis –no hay que irse muy lejos en el tiempo para saberlo- y las que han luchado para que, en los momentos más duros y ante las peores situaciones económicas, se siguieran construyendo viviendas.
Pero, claro, el cuñado de turno no tiene ni idea de esto. Como tampoco tiene ni idea de lo profesionalizado que está el sector gracias a las gestoras expertas de cooperativas. Probablemente, dentro de la ignorancia y necedad del cuñado que se cree que lo sabe todo, no sabe que crear una cooperativa de viviendas es algo tan difícil que sólo una empresa especializada puede sacar adelante el proyecto.
Tampoco debe saber que una cooperativa de viviendas es una sociedad sin ánimo de lucro donde no existe promotor inmobiliario, sino que los socios de la cooperativa son a su vez adjudicatarios y copromotores de las viviendas. Esto es lo que les permite que las viviendas salgan en torno a un 20% más baratas, pero se construyen gracias a sus aportaciones económicas y un préstamo promotor.
Sólo una gestora experta es capaz de hacer girar los palillos chinos del terreno, el colectivo y la financiación a la vez para que ninguno se caiga, ni haga caer a los demás. ¿No será que el primo del amigo o los vecinos del tío decidieron unirse a un proyecto inmobiliario en régimen de cooperativa que no estaba coordinado por alguien que realmente supiese lo que tenía que hacer?
Ha habido casos en nuestro país -los menos- en los que personas sin conocimiento alguno se reunían en torno a un terreno y decidían montar una cooperativa sin más. Está claro que el batacazo era más que probable cuando se enteraban de que no se puede empezar a construir las viviendas hasta que el ayuntamiento conceda la licencia de obra mayor, que el banco no te concede financiación si no se ha superado un umbral elevado de socios de la cooperativa o un sinfín de cosas más.
Sólo los que más saben del sector de las cooperativas de viviendas pueden coordinar un proyecto cooperativo con éxito. Son las gestoras expertas de cooperativas y su papel es determinante para que este modelo pueda seguir beneficiando a las familias a la hora de comprar sus viviendas. La Asociación de Gestoras de Viviendas (AGV) reúne a las más prestigiosas y expertas empresas especializadas en el régimen cooperativo. Hasta tal punto saben lo que hay que hacer, que los fondos de inversión han puesto sus ojos sobre ellas para que gestionen sus proyectos inmobiliarios. ¡En cooperativa, por supuesto!
¿Acaso cuenta esto el cuñadísimo cuando le asegura a su víctima en cuestión que se aleje de las cooperativas de viviendas? ¿O le cuenta los avales económicos que les exige la ley para que el dinero de los cooperativistas esté seguro? ¿O Los seguros de caución que refuerzan esta seguridad? ¿O le cuenta que en las mejores parcelas destinadas a viviendas de lujo en las principales capitales se construye en muchos casos en régimen de cooperativa?
Es por ello por lo que ‘el efecto cuñao’ se desvanece ante una gestora experta de cooperativas con la rapidez con que lo hace un castillo de naipes ante el soplido inocente de un niño.
Lo que hace falta es que la sociedad entienda la filosofía de las cooperativas de viviendas, la importancia de hacerse socios de una que esté coordinada por una gestora experta y que, el que no sepa, acuda a una fuente fiable a informarse como ‘lamadredelascooperativas’ que, encima, es gratis. ¡Menos cuñado y más Madre!
Socio-Fundador de LACOOOP, publicista y consultor en marketing motivado por el cambio y la disrupción. Toda una vida gestionando campañas y estrategias en los sectores de las telecomunicaciones, automoción, seguros, gran consumo, deporte e…inmobiliario, para los mercados nacional e internacional