La concienciación sobre el impacto ambiental es uno de los temas que más preocupación está generando en la sociedad desde hace unos años. De hecho, ya son múltiples las tareas que el mundo está realizando sin apenas esfuerzo para ayudar a construir un futuro mejor basado en el respeto hacia el medioambiente y la sostenibilidad. Por ello, además de proteger nuestra salud y la de las generaciones futuras, debemos también tener en cuenta los residuos que se desprenden de la fabricación de los teléfonos móviles, así como los peligros que genera su creación, tanto medioambiental como socialmente; y para controlarlos se están llevando a cabo una serie de puntos clave.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) afirma que el teléfono móvil está presente en casi la totalidad de los hogares españoles, es decir, más del 99,5% de la población de nuestro país cuenta con un smartphone. Y a nivel mundial existen 7.700 millones de suscripciones a teléfonos móviles, siendo la población del mundo de 7.400 millones, según un informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, organismo de la Organización de las Naciones Unidas. Son datos que reflejan que hay más dispositivos móviles que habitantes, de forma que se dificulta la tarea del reciclaje en aparatos con los que no sabemos qué hacer cuando ya no nos sirven o dejan de funcionar.
Una de las claves para reducir la toxicidad de nuestros aparatos es conocer al 100% los peligros que presenta no hacer un buen uso de ellos. Se ha de saber que cada vez que se tira el móvil al contenedor de basura, se contribuye a aumentar las toneladas de elementos tóxicos y no biodegradables que pueden acabar en acuíferos y llegar al mar o contaminar lagos y ríos. Para que nos hagamos una idea, el móvil puede llegar a producir hasta 95 kilos de CO2 a lo largo de su vida útil, siendo capaz de contaminar unos 600.000 litros de agua que, según datos del Instituto Español de Estadística, es el consumo doméstico de agua de todos los hogares españoles a diario.
Ante estas cifras, lo recomendable es buscar algún punto limpio donde puedas dejar el móvil para que sea reciclado adecuadamente. De hecho, desde hace varios años, han surgido organizaciones no gubernamentales dedicadas a recoger los smartphones que la gente ya no necesita para desmontarlos y extraer las diferentes piezas para reciclarlas y así reducir los niveles de extracción actuales que se producen en la fabricación de un terminal nuevo.
Otra de las opciones consiste en venderlo, una técnica que se está usando bastante durante estos últimos años ya que solemos prescindir de nuestro teléfono cuando se queda desfasado, debido al gran desarrollo tecnológico que tiene este sector. La necesidad de tener el último modelo ha generado una compra masiva, y a veces compulsiva, entre lanzamientos de diferentes modelos móviles que ha hecho que se reduzca el uso óptimo del smartphone a un máximo de 3 años. Por ello, se recomienda alargar al máximo el disfrute de nuestro móvil cuidando características como el brillo, despejando la memoria de almacenamiento o evitando exponerlo a elevadas temperaturas que perjudiquen la batería. Esto lo que permite es que, además de que su funcionamiento sea óptimo durante más tiempo, ayuda a medir las emisiones de CO2 durante su uso diario.
Igualmente, del mismo modo que vendes tu móvil, otra elección es comprar otro de segunda mano que cuente con las garantías óptimas en cuanto a calidad y seguridad, es decir, lo que llamamos un móvil reacondicionado. Además de ahorrar dinero y contribuir al medioambiente, cabe resaltar que para construir un mejor futuro desde el presente, el compromiso ha de ser firme en cuanto a posibilitar una tecnología reacondicionada como sinónimo de alternativa más sostenible.
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