Cada vez estamos asistiendo con mayor fuerza y yo diría con mayor ruido, a un constante pronunciamiento de las palabras sostenibilidad, eficiencia, construcción sostenible, objetivos de desarrollo sostenibles, bonos verdes, Green Works, ahorro energético, aislamiento térmico, reducción de la huella de carbono, ciudades inteligentes, etc.
Todos estos conceptos y otros muchos, solo giran en torno a una idea: cómo queremos que sea nuestra vida.
Muchos teóricos del urbanismo centran sus soflamas en cómo deben ser construidas o desarrolladas las ciudades, poniendo el acento en los elementos físicos como algo pop, algo de moda, y en cómo a través de esos elementos, se produce un avance de las ciudades, de la vida en las mismas y, por lo tanto, de la civilización en su conjunto.
Ahora bien, el núcleo central no está en estos elementos más o menos tecnológicos que ponemos al servicio de la ciudad; la pregunta primordial y en una perspectiva dinámica es ¿cómo quiero que sea mi vida? Y la respuesta puede ser distinta en función de nuestras necesidades, metas o circunstancias vitales.
Por ello, todo el desarrollo urbano debe girar en torno al concepto de vida y de felicidad. No hay que centrarse tanto en la inteligencia del territorio como en la inteligencia de las personas que coexisten en el mismo.
Sin lugar a dudas, los elementos tecnológicos y los elementos medio ambientales son fundamentales a la hora de implementar estrategias de desarrollo urbano innovadoras y que den respuesta a las necesidades vitales de las personas; pero también hay otras muchas, si se me permite la expresión, “de andar más por casa” que si se acometieran, sus reformas aliviarían mucho la tensión urbanística y el estrés territorial, que redunda en una convivencia y habitabilidad funcional bastante ineficiente y deficiente en la actualidad.
Algunos de estos anacronismos, los podemos encontrar en la homogenización del desarrollo urbano, todas las ciudades hacen lo mismo y copian los mismos modelos de desarrollo territorial y en la extrema rigidez administrativa; todos sabemos que los procesos de desarrollo de las ciudades son enormemente complejos y de larga duración en su implementación, pero eso no es óbice para que seamos capaces de adaptarnos a como queremos vivir los ciudadanos en cada momento.
Un muy buen ejemplo de esto, que estamos comentando, lo tenemos con la pandemia. Nuestros hábitos de vida y nuestras necesidades, en muchos casos, han cambiado radicalmente. Pues bien, el actual marco urbanístico es incapaz de dar respuesta de una forma rápida a estas nuevas necesidades.
Ni mencionar, las nuevas formas de consumo, que se han incrementado exponencialmente en los últimos tiempos, que influyen directamente también en el uso que se hace de las ciudades y en la configuración de los servicios que se prestan en las mismas.
Para terminar, solo una reflexión, que llevo apuntando desde hace varios años: la necesidad del “urbanismo customizado”. El urbanismo customizado, es un urbanismo transparente, creativo, innovador, ágil, adaptativo, socialmente sostenible, que explota las potencialidades de cada territorio concreto, pero pone el foco en las personas que lo habitan.
Tenemos que conseguir el círculo territorial idílico entre hogar, trabajo y ocio, dentro está la felicidad.
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