A estas alturas del año y del mes, estamos todos además de un poco agotados, con la mente puesta en disfrutar de unas vacaciones (con todas las limitaciones por la pandemia) o por lo menos de desconectar.
Por mi parte, se puede decir que, tras redactar estas palabras, activaré el modo off del sector inmobiliario por unas semanas. Tengo la certeza de que el sector inmobiliario, sin duda, está tirando con gran fuerza de la economía nacional. Hay mucho dinero y se cierran grandes operaciones en todas sus ramas: residencial, logístico, comercial, etc…. Quizás dentro de este último, el sector de las oficinas es el que va a ralentí y al que le costará más despuntar.
Este impulso y esta vigorosidad del sector, se vera próximamente reforzada con la llegada de los fondos europeos y esa apuesta tan importante por la rehabilitación, la eficiencia energética y la vivienda asequible en alquiler.
Pero junto a esta certeza, también tengo la sensación de que se está produciendo una gran concentración del negocio en “pocos grandes” y yo más bien, quizás por eso de ser pequeño, creo en “muchos pequeños”.
El gran reto de nuestra economía nacional y también del sector inmobiliario, es extender ese impulso desde el más grande al más pequeño.
Para ello, se deben limitar la cuantía de los fondos y las ayudas a los grandes proyectos inmobiliarios (muchos de ellos no los necesitan para el desarrollo y la supervivencia de su negocio), se debe desburocratizar la solicitud de los mismos (los grandes cuentan con grandes consultoras que analizan, proponen, actúan de lobby y se encargan de la obtención de los mismos), los avales del estado deben ir destinados a que los más pequeños puedan acceder a financiación bancaria (en la actualidad es muy difícil que un pequeño promotor pueda acceder a la misma), las administraciones deben dar facilidades para que los más pequeños puedan acceder a sus concursos públicos de suelo, un buen ejemplo lo encontramos en SEPES, modelo que deberían seguir muchas empresas públicas de suelo y administraciones públicas (actualmente se han convertido en una subasta con pago al contado, lo que impide que los pequeños y medianos puedan acceder ni siquiera a presentarse a las licitaciones). También el Ayuntamiento de Madrid ha sacado a concurso algunas parcelas que proporcionan una mayor facilidad de acceso, pero todavía no ha ido tan lejos como SEPES.
Y algunas cosas más que por la limitación propia de este tipo de artículos, no voy a profundizar en ellas.
No olvidemos, que en España todavía la mayor parte de las empresas del sector inmobiliario son pequeñas y medianas, son las que más empleo crean y también las que vertebran esa inversión en todo el territorio nacional; no solo en aquellas zonas con alta demanda y, por lo tanto, con más posibilidades de éxito y beneficio. Su mayor valor añadido es la localización, conocen muy bien los mercados, tanto el de suelo como el de oferta y demanda. Además, su contacto es directo con las administraciones, sobre todo las locales.
Ahora bien, también hay que exigirles que a cambio de esta apuesta por los “pequeños muchos”, estos afronten los grandes retos que tienen pendientes: una mayor profesionalización en la gestión y la incorporación de las importantes innovaciones tecnológicas que esta demandando el sector. Sin ello no van a poder competir en producto, en tiempo, en comercialización y en la rentabilidad necesaria con los “pocos grandes”, lo que pondrán en riesgo la viabilidad de las propias empresas o su cuota de mercado se verá bastante reducida.
Para terminar, parafraseando a José Ángel Buesa, “sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño”. Una sociedad, un gobierno y una administración solo es grande, si sabe ser pequeña, pone sus esfuerzos y todos su recursos en ayudar a “muchos pequeños”.
Felices vacaciones!!!
Comunicación, medios digitales, relaciones públicas y desarrollo territorial