Palacetes, hoteles clásicos, tiendas de más de 100 años, colegios del siglo pasado, ¡hasta naves! En España contamos con una nutrida colección de edificios que están protegidos por alguna razón como su valor histórico, arquitectónico o social y que, debido a esta condición, tienen limitaciones a la hora de ser reformados.
No todos son iguales, claro. El rango de protección va desde el nivel 1 (estos edificios deben mantener todas sus características arquitectónicas, volúmenes, formas y elementos decorativos) hasta el nivel 3 (solo algunos valores de la construcción estarían protegidos, por ejemplo, un friso o unas puertas clásicas). En el Visualizador Urbanístico del Ayuntamiento de Madrid-como en el de otras ciudades- se puede ver cuántos de estos inmuebles hay en la ciudad y el grado de protección municipal de cada emplazamiento. Y, aunque la normativa puede diferir ligeramente entre distintos municipios, lo que es común es que cualquier intervención en alguno de ellos esté sujeta a la aprobación del organismo correspondiente, que verifica que la obra o reforma proyectada cumple y protege ese valor. Incluso más aún, en algunas ocasiones es también necesario contar con la aprobación de la comunidad de los propios vecinos que pueden tener una normativa propia. Por todo ello, abordar una reforma o cualquier tipo de obra en uno de estos edificios no es sencillo.
Renovar o morir
En muchas ocasiones sucede que el estado de este tipo de edificios es de mucho deterioro, especialmente en pisos, que suelen haber pertenecido a sagas familiares, ocupados por gente mayor, heredados (a veces con largos procesos judiciales de por medio) o realquilados y usados como oficinas durante mucho tiempo. En estos casos la reforma es casi obligada, precisamente para proteger el valor del inmueble.
Y aquí es donde la constructora tiene un papel fundamental. No solo debe ser profesional en este caso, sino especialmente cuidadosa, porque las sorpresas en este tipo de edificios están a la orden del día. Muchas veces surgen prácticamente desde el principio, porque en la mayoría de los casos ni siquiera se dispone de información fiable con planos porque se hayan perdido, porque nunca los haya habido o porque el edificio ha experimentado distintas reformas sin registrar a lo largo de su historia.
Esto puede ocasionar que encontremos, por ejemplo, pilares fantasma, habitaciones tapiadas o dimensiones que no cuadran. Las instalaciones tanto de agua como de electricidad son otro elemento sensible, y muchas veces lo que encontramos es fruto de varias intervenciones de diferentes oficios a lo largo de los años que han ido empalmando unas soluciones con otras para salir del paso, como el lío de cables que tenemos detrás de la tele que (casi) nadie es capaz de desentrañar. También la climatización, que si se quiere actualizar a sistemas por conductos y en otros por suelos radiantes y refrigerantes han de estar perfectamente planificadas con antelación para lograr su total integración con los elementos a conservar.
Y es que, precisamente, los elementos protegidos pueden funcionar a veces como barreras físicas -columnas clásicas, frisos, frescos- que impidan el paso de conductos y canalizaciones a través de ellos. Tenemos que ser muy creativos para buscar la mejor alternativa en cada uno de estos retos.
Por eso, el proceso recomendado a la hora de abordar uno de estos proyectos es empezar por realizar ‘catas’ o pequeñas auditorías del estado de las diferentes instalaciones, para poder planificar mejor el proceso, los tiempos y los recursos que será necesario dedicar. Y por supuesto, tener en cuenta hasta el más mínimo detalle, lo que incluye proteger también las zonas comunes como portales, escaleras, ascensores, que también pueden estar protegidos y que pueden hacer que hasta la labor de bajar el escombro tras la demolición o hacer acopio de los materiales, sea un auténtico quebradero de cabeza.
Pero el resultado siempre merece la pena, tanto si es para mejorar, como para ‘salvar’ uno de estos edificios protegidos que dan personalidad a nuestras ciudades.




Vivienda emblemática en la Calle Alcalá de Madrid, una reforma integral con plus de protección
En el caso de Dosplanos podemos contar con el ejemplo de la obra que ejecutamos para el estudio María Santos en la madrileña calle Alcalá, en un edificio con protección de nivel 1. El proyecto consistía, precisamente, en recuperar elementos ya existentes y replicar o renovar los que no habían sido conservados, pero siempre manteniendo la estética original, como ventanas, cornisas, molduras. También se incluían trabajos en el interior, por ejemplo relacionados con la climatización: restauramos los radiadores existentes instalando válvulas de estilo clásico, añadimos algunos que mantenían la estética del edificio pero que proporcionarán mayor confort en los meses de invierno e instalamos un sistema de climatización por conductos salvando las dificultades y diferentes alturas de los techos.
El resultado fué espectacular gracias a un diseño que pudo aunar todos los elementos clásicos del edificio con materiales de las mejores calidades, despieces de piedras naturales en suelos y embocaduras de diferentes estancias, madera natural en el pavimento del salón y dormitorios. Y todo acompañado de una instalación de iluminación, electricidad y domótica preparada para el futuro.
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