La profesión inmobiliaria tiene ciertas características que la hacen única, para lo bueno y para lo malo. Por un lado, nos encontramos con el desconocimiento de los consumidores que creen, de forma ciertamente atrevida, ser capaces de realizar por su propia cuenta operaciones propias del agente inmobiliario y obtener el mismo éxito, tanto para comprar, como para vender un inmueble. Nadie asegura abiertamente ser capaz de curar enfermedades sin mínimas nociones de medicina o crear páginas web sin mínimas nociones de programación, algo que en el inmobiliario sucede cada día.
Los profesionales del sector inmobiliario tienen la capacidad de aportar un valor único al cliente. Un valor que no solo tienen que saber poner en práctica y al servicio de este, sino que, como negocio, deben saber proyectar qué todo el que quiera realizar una transacción inmobiliaria necesita un agente. Más si cabe en épocas donde las garantías de éxito se pueden presentar complicadas y con el contexto socioeconómico que rodea al sector en constante cambio.
El siguiente paso, entonces, es saber cuál es el valor que hace único e indispensable al agente inmobiliario. Los grandes profesionales del sector comparten unas características comunes y, en todas ellas, el cliente siempre está en el centro.
En primer lugar, está la mentalidad, como en todos los sectores. El profesional inmobiliario pone el foco en lo importante, sin “marearse” en los detalles. Se centra en la solución y no en el problema, sabe cuáles son sus objetivos (los de sus clientes) y lucha por ellos.
Otro factor que caracteriza a los titanes del sector es lo que en Estados Unidos llaman “First Principles”. En un intento de traducción, podríamos decir que son las bases innegociables de una actividad. Lo que se da por hecho, que no hace falta cuestionar ni preguntar. La seguridad del cliente depende de estos principios, casi siempre intangibles, por lo que fía una de las decisiones más importantes de su vida (como es comprar o vender una vivienda) en las manos de un profesional. Para garantizar esa confianza, es fundamental contar con unas bases de comportamiento que son la ética de la profesión.
Por último, maximizar el valor. Valor para el cliente, que confía en el profesional. Valor para la agencia y así contribuir en sus resultados y visión de negocio; y, por último, Valor, también en mayúscula, para la sociedad, pues el trabajo de un profesional inmobiliario debe estar orientado a prestar un servicio social, a través de un enfoque medioambiental, sostenible y de desarrollo.
Cabe destacar, por último, que existe en el sector un encuentro generacional entre el seniority, con su experiencia y habilidades, y la nueva corriente de jóvenes que se apasionan por la profesión. Solo juntos conseguiremos proyectar el futuro del sector hacia su completa profesionalización.
El trabajo del agente siempre va a ser necesario, porque los movimientos de compraventa no van a cesar. Sin embargo, lo importante es contar con profesionales excelentemente preparados y demostrar que realmente podemos aportar un valor diferencial y único al cliente. ¡Este es el camino!
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